Leí ayer lunes un artículo en Heraldo de Aragón, de una columnista llamada Irene Vallejo, el cuál incluso recorté del diario, pues citaba como ejemplo, al estilo de las fábulas de Samaniego o Esopo, una situación que cada día es más habitual en nuestro entorno, la necesidad de pedir para subsistir.
La autora utiliza un cuento de Antón Chéjov, al cual no había legado todavía en la lectura de unos "Cuentos" de Chejov, que leo poco a poco cada cierto tiempo. Recomiendo su lectura si se tiene ocasión.
Voy a hacer un breve resumen. Una muchacha recién salida del hospital, sin rumbo y sin un céntimo, ha de empeñar un anillo para conseguir un poco de dinero para subsistir, consigue una cantidad ridícula, un rublo. Piensa como último recurso para subsistir acudir a un dentista que le presentaron hace un tiempo. Al llegar a la consulta del dentista y él no reconocerla, se siente avergonzada y disimula diciéndole que le duele una muela, el dentista se la extrae y acaba diciéndole: "Enjuáguese, me debe un rublo por la extracción". Ella paga con el dinero que recibió por la sortija y, avergonzada, se marcha...
Deberíamos tener más respeto en el día a día con personas que por necesidad se ven obligadas a pedir y recordar esta historia cuando una persona apurada se nos acerque, porque, como dice la autora del artículo, dichas personas, como la muchacha del cuento, si pudieran, pagarían por no pedir...